Mati

Comencé a leer el texto precedente y sin darme cuenta, quizás ya entregado completamente al mundo de la imaginación y de los sueños, me encontraba leyendo esta secuencia de impulsos caligráficos mientras sostenía el papel que tenía impresa esta historia con una mano y con la otra, sentía la humedad oscura de la arena profunda que me abría paso a aquel otro mundo subterráneo, por debajo de la naturaleza superficial, por debajo del sonido cotidiano y más por debajo aún de la luz de ese cielo imponente que siempre se sostuvo sobre mi cabeza irradiándome misterio. Allí seguía perforando la tierra y comencé a preguntarme si es que estaba tan lejos del exterior como para ya no poder volver, o si en realidad, estaba tan cerca de lo que buscaba como para querer meter los dedos más profundamente e intentar tocarlo. Ahí ya el frío y la humedad del suelo se disipaban, y el medio se empezaba a tornar cada vez más cálido e increíblemente más iluminado.

            Ya a esa altura me sentía "adentro del mundo", en el mismísimo centro de la tierra, y desde allí me pareció que podía ver las cosas con mucha más claridad. Allí lo encontré.., lo que buscaba…, la proyección de infinitas imágenes de mi vida, una tras otra, muchas de las cuales ya habían alguna vez pasado por delante de mis ojos, pero esta vez, aun proyectándose de manera continua con milisegundos de diferencia una de otra, me permitían detenerme en el recuerdo de cada uno de aquellos momentos que esas fotos me insinuaban.

            Quizás solo en esa etapa de la vida, en la niñez, en donde todavía no estamos impregnados de la contaminación social, cuando apenas somos un alma limpia sin fisuras, cuando nuestra ingenuidad es más sabia que la misma sabiduría de los supuestamente más expertos, cuando somos sola y puramente amor, es allí en el único momento de nuestra vida en el cual estamos ubicados en nuestro centro. Y pareciera que después, con el vivir de la vida, al introducirnos al mundo externo, al querer conquistarlo todo, es quizás, cuando cada vez más nos vamos alejando más de ese centro hasta que lo perdemos definitivamente.

            Esto me pone un poco triste, o en realidad me pone ansioso y me desconcierta, porque entonces entiendo que el hombre cuanto más cree estar creciendo, cuanto más se levanta y más alto quiere llegar, es cuando en realidad termina siendo cada vez más pequeño en un mundo gigante cada vez más inmenso que lo termina aplastando.

            Ahí es cuando entendí que tengo que volverme humildemente más chiquito, y solo así estoy seguro que voy a poder encajar de nuevo en ese pequeño centro sin impurezas,  desde donde ahora sí, voy a poder crecer espiritualmente y conquistar el amor de aquel mundo que realmente vale la pena.